martes, 26 de enero de 2016

El sexo frecuente es bueno por 5 razones

1. Menos estrés, mejor humor
El sexo aumenta los niveles de dopamina, el neurotransmisor del placer en el cerebro, igual que ocurre con las drogas, el chocolate y ganar al bingo.
Después del orgasmo aumentan los niveles de prolactina, que produce relajación (y sueño, sobre todo en los hombres).  Varios estudios demuestran que además el sexo disminuye el riesgo y los trastornos de la depresión.
2. No sirve como ejercicio, pero se queman calorías y ayuda al corazón.
Durante el sexo se queman tantas calorías como pasando el aspirador, es decir, no sustituye la sesión de cardio ni los cinco kilómetros de carrera. A cambio con el sexo se segrega la hormona DHEA que dilata las arterias y mejora la circulación, previniendo enfermedades cardíacas.
3. Más sexo, más testosterona, más sexo
El sexo frecuente hace aumentar los niveles de testosterona, la hormona que necesitas para aumentar tu masa muscular. A la inversa también ocurre. Los suplementos deportivos para aumentar la testosterona, como el extracto de Tribulus Terrestris, tienen como efecto secundario aumentar la libido.
4. El secreto de la eterna juventud
Los médicos sospechaban que el sexo frecuente podía causar cáncer de próstata. Lo que se encontró fue lo contrario. En un estudio de 2004 se comprobó que en realidad los hombres que eyaculaban 20 veces o más al mes tenían menos riesgo de padecerlo.
5. Al alcance de la mano
Como decía Woody Allen, el sexo es como jugar al bridge. Si no tienes un buen compañero, más vale que tengas una buena mano. El sexo en solitario, lejos de ser un problema, tiene tantas ventajas fisiológicas como el compartido. Mejora el sistema inmunitario, previene infecciones por hongos en las mujeres y protege la próstata en los hombres. Además, es imprescindible para aprender sobre nuestra propia respuesta sexual antes de compartirla con otras personas.

Fuente: Quo.es
LEER MÁS...

martes, 19 de enero de 2016

CAPÍTULO 7: PENSAMIENTOS

Es muy bonito ver durmiendo a tu hijo en tus brazos tranquilo, plenamente confiado con los ojos cerrados y la boquita abierta, o ver sus progresos día a día. Como dicen: están para comérselos. Me gusta mucho abrazarlos, darles pequeños mordiscos en esas tiernas “mollitas” suyas y besarlos por todo el cuerpo. Estoy enamorado de mis hijos. Pienso que no habrá niños más besados por su padre. Junto al hecho de haber conocido mi mujer, que es una persona paciente, trabajadora, sencilla, buena y sin prejuicios, es lo mejor que me ha pasado. ¡Y que mi padre se lo perdiese todo porque siempre estaba trabajando! Resulta curioso, pero quizá ahora que se ha jubilado es cuando podemos disfrutar los dos a la vez de la misma experiencia, con mis hijos, sus nietos. Como si fuera un hecho único en la vida y el destino nos lo reservara para que lo vivamos ahora juntos.
Lo cierto es que todos estamos disfrutando mucho más del pequeño que del mayor. El otro no se dejaba ni tocar. Parecía un gato. Quizá cuando mejor están es cuando duermen, porque por el día, en casa, todo acaba convirtiéndose en un infierno. Ellos necesitan acción, movimiento y se vuelven irritables. No paran. Parece que estos niños nos han salido vivitos. Lo cierto es que vemos a otros amigos y en lugar de tener niños parece que tengan muñecos, siempre durmiendo, o sumamente tranquilos, callados, que no se mueven. Así, tú vuelves cansado del trabajo y ellos sólo quieren que los cojas en brazos, que les hagas cabriolas, que los subas al caballito o que juegues a cualquier cosa con ellos. Y tú, que has madrugado, que te acostaste tarde, que te despertaron a media noche por un pipí, si no es que ya se había meado en la cama, vuelves de trabajar todo el día y sólo quieres descansar cenar y dormir. Reconozco que estar todo el día con los niños es sumamente agotador, y más a nuestra edad. Mi mujer esta ganándose el cielo. Menos mal que le gusta y tiene mucha paciencia.
Debo decir que me gusta, me satisface ser padre, pero por otro lado yo también quiero más, lo quiero todo al mismo tiempo, como un organismo, que no puede estar plenamente funcional si le falta un órgano o un miembro. Así, me apetece estar con mi mujer, a solas, los dos tranquilos. Hace días que quiero comentarle algo pero tampoco encuentro el momento. Ella parece estar demasiado ocupada o cansada. Se va a dormir pronto con el pequeño. Se levanta tarde los fines de semana o con el tiempo justito para llevar al mayor a la escuela entre semana. También hace largas siestas, aparte que tampoco coincidimos mucho por mi horario de trabajo.
Pienso que aquí hay algo que empieza a ir mal y hay que poner remedio. Lo cierto es que la encuentro a faltar. Quizá se pueda creer que yo soy un egoísta, pero lo quiero todo de ella y no me conformo con una parte. No me llena el hecho de que sea la buena madre que es; también quiero que sea pareja, que esté conmigo, que durmamos juntos y desnudos aunque sea solamente unos minutos; que nos abracemos, que nos hagamos un masaje el uno al otro, que nos podamos duchar los dos a solas como antes; que hablemos de nuestras cosas, de nuestros sentimientos, gustos y preocupaciones; que haya pasión, que vivamos con plenitud y disfrutemos de nuestra compañía; que celebremos cada día que nos tenemos uno a otro, que estamos juntos. No me conformo tener que ir a trabajar, ser padre y ver la vida pasar. Necesito sentirla, gozarla. Sé que no es fácil, pero hay que encontrar el momento, y si no le encontramos, hay que crearlo antes de que sea demasiado tarde. Además, estoy irritable, necesitado de su cuerpo. Me apetece verla desnudita, acariciar cada rincón de su voluptuoso cuerpo, magrear todas sus curvas a dos manos y que me coja el miembro y le saque todo el jugo.
A veces, antes de ir a trabajar, mientras los niños aún duermen y ella va al excusado a prepararse para iniciar el día, me acerco yo a darle repentinos besos, sumamente pasionales, infrecuentes y fuera de lugar que son un claro indicador de lo que mi cuerpo quiere. O también me paseo desnudo por casa para ver si despierto algo en ella; para ver si se acerca a mí, si me acaricia, o si me toca el pene o por lo menos me enseña el culo para que yo me haga el trabajo a mano. Pero parece que ella ya no coge estas indirectas, al verme meloso o desnudo, con el pene erecto, firme como un soldado desfilando delante todos los mandos y autoridades. Si me pongo a besarla apasionadamente o a rondar así por su alrededor, estoy diciendo: “Quiero tema. Necesito ese tipo de acción”. Pero una vez más, todo intento se queda en nada.
Ella cada día me dice que me quiere, pero ahora yo sólo siento la necesidad de decírselo mientras tenemos sexo y obviamente es bastante a la larga. Me nace aquí, es cuando lo siento de verdad, porque a mí no me gusta decir las cosas como un hábito o por compromiso, sin sentirlo verdaderamente. Me gusta decirle “te quiero” mientras follamos. También me gusta decir la palabra “follar” y me gustaría que ella hiciera lo mismo; es muy excitante pero al mismo tiempo eso también me preocupa. No me gustaría a que pensara que solamente la quiero como compañera sexual.

Estoy ya demasiado irritable. Ha pasado todo un fin de semana más y no ha habido nada de lo que yo hace días que voy esperando. No lo soporto y está claro que ella debe haberme visto enfadado y ni así se ha acercado a preguntar qué me pasa, ni ha sacado del cajón su arma del sexo reconciliador. ¡Momentos ha habido!
LEER MÁS...

martes, 12 de enero de 2016

El mejor afrodisíaco no son los mariscos sino el amor

“El mejor afrodisíaco no son los mariscos sino el amor”, reza una conocida canción de Ricardo Arjona. Nada más cierto.
Sin embargo, desde tiempos remotos, el hombre ha buscado y sigue buscando encontrar la pócima mágica que le permita aumentar el deseo sexual y mejorar el goce erótico, en algunos casos a través de productos químicos, en otros con alimentos denominados afrodisíacos, a los que se les atribuyen estas bondades. También se habla de bebidas y fragancias, recomendaciones que en su mayoría no tienen sustento científico, sólo experimental, y en otros obedecen a tradiciones ancestrales, creencias populares. Muchos aseguran que su consumo les da resultado, pero esto parece estar más ligado a un aspecto mental que físico. 
Cuando las parejas hablan de pérdida de la pasión o del deseo sexual, procuran la solución tomando pastillas milagrosas, bebiendo pócimas, pero el tema no es tan fácil.
La sexualidad no debe ser un acto mecánico o algo que se enciende con un botón, debe ser un encuentro entre dos personas, que desean estar juntas a través de una expresión de cariño y una comunicación interpersonal, en la que el deseo de estar juntos no debe estar ausente.  
El deseo y el amor resultan en la práctica el más eficiente afrodisíaco. “Es difícil irnos a la cama y obtener placer si no tenemos deseo de estar con esa persona. En consecuencia podemos afirmar que no hay mejor afrodisíaco que el deseo y el amor”.
Los problemas del hogar, de la calle, del trabajo, la crianza de los hijos, el trabajo, la escasez de recursos y la hostilidad del medio ambiente impiden que el amor  tenga su tiempo, como en el noviazgo, mitigando el deseo. Sin embargo, la pareja debe proponerse estar juntos en la intimidad, regalarse un tiempo para ambos, para escucharse, acariciarse, mirarse, olerse. Mejor aún si hay alguna fecha especial que celebrar como el cumpleaños de él o ella para decirle: “Feliz cumpleaños mi  amor”, y tener un lindo detalle, ya que lo recomendable es mantener vivo el deseo y amor puro en una pareja.

Fuente: la República.pe
LEER MÁS...

martes, 5 de enero de 2016

CAPÍTULO 6: CRIANZA

Siempre me han gustado los chicos, más por su forma de ser que por el físico, aunque también ha de haber una “chispa”, porque hay gente que tienes claro que aunque tenga buen físico o sea muy agradable, no hay ninguna clase de “conexión”. A pesar de que yo era una chica bastante reservada y quizá un poco tímida, como dicen, “antes de que se me pasara el arroz” me atreví a dar el primer paso con aquel chico que hoy es mi pareja y con quien tengo dos hijos maravillosos.
 Tardamos un poco en llegar a la cama y aparte que él no sabía besar, tampoco era demasiado diestro con el sexo. Así, además de que era de “gatillo” fácil, también tardó bastante en llegar a darme un orgasmo en condiciones, pero cuando por fin me chupó la flor por primera vez, me meé de gusto en la cama. Nunca había experimentado tanto placer antes. Ni yo misma sabía que aquello era posible. Él encontró el botón oculto que ponía en marcha mi mecanismo. No fue cosa fácil, porque como dice, parece que cada vez tengo este botón del placer en un lugar diferente. Entonces fue aprendiendo y soltándose mucho. Ahora él no tiene límites en el sexo y todo se debe decir: es bastante creativo y fogoso. Así, fuimos practicado de todo y poco nos debía quedar por descubrir o probar, pero dejando los juegos aparte, llegó el momento en que decidimos ser padres.
Sólo faltaba dar el paso. Fue mi regalo de aniversario. Así, mientras jugábamos con unos preliminares sin protección, le cogí por el culo mientras me penetraba y sin dejarlo retroceder, le susurré al oído que quería a que se corriese dentro de mí. La cara le cambió por completo, y más aún cuando me llenó con su leche, tanta que incluso me va rezumó por la entrepierna. Ya habíamos dado el primer paso, pero poco después, la menstruación  volvió a manifestar. Entonces nos pusimos al trabajo con ganas, haciéndolo noche y día y un día tras otro y de todas las maneras posibles, ahora ya con la libertad de no hacer uso de goma alguna. Pero por mucho sexo que practicásemos, la vida se abrió camino cuando ella consideró. Con el segundo fue mucho más fácil y en un santiamén, me volví a quedar preñada. Ahora nuestra vida ha cambiado por completo y el sexo ha quedado en segundo lugar.
Es cierto que me gusta mucho mi marido, el sexo con él, sentirlo dentro de mí, que me dé placer, pero todo se debe decir: a veces él es tan rápido que yo me quedo despagada y a medias, a pesar de que igualmente pueda acabarme el trabajo con la lengua. Y por el contrario, otras veces tarda tanto en excitarme y encontrar mi punto, que debo acabar fingiendo mi orgasmo para concluir ya y poder irnos a dormir y descansar de un día agotador como muchos otros. No se lo he dicho nunca por miedo a ofenderlo. ¡Pobrecito mío! Pero por suerte a mí me gusta más que me abrace y me bese, que me acaricie; su aliento, su cuerpo robusto, sus manos fuertes apretándome el cuerpo, su cabeza redondita con el cabello cortito, lo mañoso que es, que no hay nada que no lo sepa hacer bien; pero sobre todo, la confianza que tenemos y el padre que es. Me gusta verlo jugando con los niños y sentir como ríen con él. Me gusta ir juntos a todos los lugares y pasarlo bien.
He realizado muchos trabajos pero ninguno me ha gustado más que criar a los hijos. Así, cuando me quedé embarazada del segundo, preferí dejar mi trabajo y dedicarme a jornada completa a criar los hijos, porque esta edad y experiencia, es breve y prácticamente sólo tenemos unos instantes para vivirla. Bajo mi punto de vista, no creo que pueda existir ningún trabajo mejor. Eso sí, no hay trabajo sin horario, en el que deba estar disponible las 24 horas, todos los días del año y sin estar remunerado. Pero compensa ese esfuerzo y no esperas nada más que puedan ser felices.
No obstante, a veces me siento mucho desbordada, sobre todo cuando los dos niños requieren mi atención, haciéndolo normalmente con gritos y lloros. También hay momentos que preferiría estar trabajando o en los que espero que mi marido vuelva pronto a casa y se los lleve al parque o a cualquier otro lugar y así poder desconectar. No me apetece estar con ninguno de ellos. Así hay momentos que he llegado a pensar que no estaba siendo buena madre ni siendo buena pareja.
Delante situaciones de estrés, siempre me ha dado por cantar, apretar los dientes, hacer ejercicio o comer, pero incluso esto ha cambiado con la maternidad. Ya no tengo tiempo para coger mi guitarra y cantar o hacer ejercicio, porque a menudo estoy hecha polvo por no dormir todo lo que mi cuerpo necesita; o tengo los brazos doloridos de cargar con los niños; o me duele la espalda por las malas posiciones al dormir mal y dar pecho o tener encima de mí al pequeño. No paro teniendo que despertar al pequeño y levantando al mayor para llevarlo a la escuela y recogiéndolo una y otra vez, teniendo que romperle el sueño al pequeño.
Entonces me enciende que él pueda tener ganas de sexo o que mientras lo hacemos me diga guarradas como “tenía ganas de follarme”. Me gustaría que fuese más romántico, más sensible, que dejara de decir estas groserías o de gemir mientras lo hacemos. A pesar de que él es bastante tierno y afectuoso, a veces el sexo con todo esto se vuelve vulgar y basto. Tampoco me gusta nada que cuando vuelva a casa se pase más tiempo con el ordenador o pendiente del móvil que de nosotros. Él, que come en un minuto y caga en otro minuto, es capaz de tirarse media hora en el váter si se lleva allá dentro del móvil. Es cierto que me ayuda muchísimo, que a mí no me gusta cocinar y él lo hace bien, que ayuda con el orden y la limpieza de la casa, pero nunca lo he visto poner una lavadora, tender o guardar la ropa y a pesar de que la vea por el medio, es incapaz de quitarla si yo no se lo pido.
No me gusta que a veces no tenga en cuenta que yo estoy con los niños todo el día pero pendiente de las necesidades de ellos y de las cosas de casa, estoy cansada y no puedo jugar con ellos. Y míralo ahora, llega el fin de semana y él está aquí de morros todo el día. No me gusta que no hable más y que acabe explotando. No sé qué le pasa, pero ¡ya se apañará! ¡Aún suerte que inventaron el chocolate!
LEER MÁS...