En
el primer parto sentí sensaciones muy fuertes, donde creía que el nacimiento de
una criatura incluso podía dar paso a la muerte de otra. Pero después de tantos
sufrimientos y una tijeretada, en unos instantes sentí un gran relax, alegría,
paz y amor, tanto para el ser que había estado formando parte de mí, como para
mi pareja. Él había estado a mi lado durante todo este largo proceso dando todo
su apoyo. En estos momentos el bebé ya empezaba a formar parte de los dos.
Ahora ya éramos tres, es decir, el tiempo que dedicaba a mi pareja, a mí misma,
a mis aficiones, a mi trabajo o a otras personas, pasó a ser casi
exclusivamente para el recién nacido.
La
maternidad empezó siendo un tanto dura, sobre todo por la inexperiencia de los
dos, acompañado por el hecho de darle pecho, que es una sensación muy bonita e
inigualable como también dice mucha gente. Lo que no te dicen es que ya no
podrás ni ir a cagar sola. Nuestro primer hijo tenía un “apego” tan grande, que
no quería estar al brazo de nadie y entonces dejé de tener tiempo para
cualquier otro.
La
verdad es que la crianza absorbe mucho a la persona que está criándolo. Se
forma como un círculo alrededor de ver si ha dormido, ha cagado, ha comido, ha
meado; si tiene hambre, sueño, quiere jugar... El niño es el centro de toda tu
atención para que esté bien. Sin percatarte, ya no practicas tus aficiones; ya
no sabes qué es de los amigos y lo más importante, que la persona con quien
decidiste empezar esta aventura se puede sentir desplazada, porque ya no tienes
ese tiempo para poderla estimar a solas o simplemente darle toda tu atención.
Incluso escasean esos pequeños gestos que teníamos antes y que no te percatas
lo importantes que son hasta que ya no los tienes.
Tenía
muy claro que no quería repetir la experiencia del embarazo y el parto, pero
los años pasaron, nosotros también nos hacíamos más mayores y acabamos
decidiendo tener otro hijo para que este no estuviese solo y también tuviera
con quien jugar. Todos me decían que el segundo sería más fácil, que ya tenía
el camino hecho, pero parece que este quiso hacerse su propio camino y todo
resultó igual de complicado que con el primero. Ahora ya somos cuatro, aunque
pienso que sólo nos quedarán unos dos o tres años más de sufrir un poco, hasta
que el pequeño tenga ya más autonomía.
Lo
cierto es que desde que fuimos padres, ya no nos hemos ido a cenar ninguno de
los dos a solas con amigos o compañeros de trabajo ni a cualquier otro lugar
por nuestra cuenta. Nos pasamos la vida quedando con los amigos cuando los
encontramos por la calle, pero lo cierto es que no llegamos a juntarnos nunca
con ellos.
Después del trabajo o estar todo el día con los
niños, no nos queda tiempo ni ganas para nada más. No sé cómo se lo apañarían
mis padres con cuatro hijos. Con razón nos íbamos a la casita todos los fines
de semana, porque allá nos dejaban sueltos como gallinas y así podían descansar
un poco. Pero antes los padres no tenían otra, porque tampoco había más
opciones: el uno trabajar y la otra casarse y hacerse cargo de los niños. Ahora
por suerte todo ha cambiado y las mujeres tienen muchas más posibilidades o
alternativas, pero también hay gente que quiere gozar de la experiencia de la
maternidad. Antes ser madre era una obligación y ahora es una elección.