martes, 23 de febrero de 2016

El sexo aporta más felicidad que el dinero


El sexo y el dinero están representados como cosas positivas en nuestras vidas; siempre solemos decir que cuanto más mejor pero, ¿es realmente así? Según el último estudio llevado a cabo por la Universidad de Toronto-Mississauga (Canadá), ni el sexo ni el dinero tienen beneficios ilimitados para el bienestar pero el primero nos aporta más felicidad que el segundo.

La investigación analizó tres estudios diferentes con encuestas realizadas a más de 30.000 personas durante más de 40 años. Primero, examinaron las respuestas sobre el cuestionario realizado por la Universidad de Chicago acerca de la frecuencia sexual y el nivel de felicidad general de 11.285 hombres y 14.225 mujeres entre 1989 y 2012; un cuestionario que se repitió cada 2 años hasta la finalización del estudio.

Según el trabajo, mantener relaciones sexuales una vez a la semana de promedio representaba el número mágico de la felicidad. Aumentar la frecuencia sexual no incrementó el nivel de felicidad de los participantes.

“Aunque el sexo con más frecuencia se asocia a una mayor felicidad, este vínculo no fue significativa a una frecuencia de más de una vez a la semana. Nuestros hallazgos sugieren que es importante mantener una relación íntima con la pareja, pero sin necesidad de tener relaciones sexuales todos los días”, explica Amy Muise, líder del estudio.

El segundo estudio objeto de análisis se basó en una encuesta a 2.400 parejas casadas y el cuestionario se repitió cada 2 años durante 14 años. La evaluación de las respuestas expuso de nuevo que las parejas se encontraban más satisfechas con sus relaciones con una sola práctica sexual por semana; menos aportaba infelicidad/estrés y más no contribuía a más felicidad.

En el tercer estudio, los investigadores llevaron a cabo una encuesta online acerca de sus ingresos anuales con 138 hombres y 197 mujeres con pareja estable y cuyas relaciones sexuales eran de una vez a la semana de media. Tras revisar los resultados, descubrieron que existía una gran diferencia en los niveles de felicidad entre los que tenían unos ingresos de 15.000-25.000 dólares al año en comparación con aquellos que ganaban 50,000-75,000 dólares anuales y las estadísticas de felicidad respecto a la frecuencia sexual. Esto es, los resultados mostraban que el sexo estaba más fuertemente ligado a la felicidad que el dinero.

“La gente suele pensar que cuanto más dinero y más sexo, más felicidad, pero esto sólo es cierto hasta cierto punto”, aclara Muise.

El estudio ha sido publicado en la revista Social Psychological and Personality Science.

Fuente: Muy Interesante
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martes, 16 de febrero de 2016

CAPÍTULO 9: COMUNICADO

Era ya miércoles por la noche, cuando misteriosamente los dos niños al mismo tiempo estaban durmiendo. Yo estaba preparando la comida para el día siguiente y ella salió de la habitación y se acercó con actitud y tono desafiante preguntándome: “¿No querías un ratito para nosotros? ¿Ya lo tienes? ¿De qué quieres hablar? ¿Qué quieres hacer?” también preguntó de la misma manera si era ya el momento para que yo le dijese todo cuanto tenía que decirle. Lo cierto es que el domingo, antes de irse a dormir, lo hizo igual, pero aún estaban los niños por en medio y yo estaba de tan mal humor, que le dije que no era el momento. Entonces ahora dejé todo lo que tenía entre manos y nos fuimos hacia el sofá en silencio cogidos de la mano.
Por fin le dije todo lo que pensaba y lo que quería de nuestra relación. Le dije que quería sentirla más, pasar tiempo a su lado, que no me conformaba a verla desfilar por casa con la teta fuera y con el niño en brazos. Le pedí que también hablara claramente si ella necesitaba o quería algo más de mí, que no lo insinuase o lanzara indirectas; aclaré que era necesario que hubiese más comunicación entre nosotros; que hablásemos de lo que sentíamos, de lo que pensábamos. Igualmente añadí que de vez en cuando quería sentarme con ella para que viésemos una película tranquilamente en el sofá, o ir al cine o a cenar con ella a solas y que no pasaba nada si dejábamos unas horitas a los niños con los abuelos o los tíos; que si los niños no nos dejaban estos momentos, había que crearlos de manera alternativa. Le dije que quería acariciarla o hacerle un masaje; que también quería verla más acicalada y le pedí que de vez en cuando se pusiese alguna pieza de lencería. Le hablé también de la inactividad sexual y toda la desazón que me provocaba, secuestrándome cualquier otro pensamiento y también confesé mis maniobras ocultas.
Por el momento no tenía valor para presentarle otras ideas obscenas que tenía en mente. Pensaba que ya había hablado demasiado, pero viendo que ella escuchaba sin protestar, llegó el momento en que me atreví a introducirle un juego que mi desazón había ido creando en los últimos días, a pesar de que estaba convencido de que ella tampoco querría jugar.
Se trataba de un juego de pareja para favorecer la pasión perdida en nuestra relación, pero ahora ella dijo que ya habíamos hablado mucho, que eso lo podíamos ver otro día; que era mejor que pasásemos a otro tipo de acción, aprovechando que los niños dormían. A pesar de que prefirió cambiar de tema, que dejara esa puerta abierta para otro día me hacía albergar un rayo de esperanza, eso sí, sabiendo que para ella ese “mañana” o “otro día” casi siempre nunca llegaba. Sólo esperaba que realmente ella quisiese probar el juego un poco.
Entonces, obligado a cambiar de tema, propuse ver una película, pero no cualquiera. Lo cierto es que yo ya tenía en mente algo obsceno. Me apetecía compartir un poco de porno con ella, que nos aleccionásemos y nos excitáramos antes de ir al asunto que era el epicentro de mi estado. Ella casi no me dejó ni acabar de hablar, pero finalmente pude aclararle qué tipo de película quería y ella aceptó.
Seleccioné un cortito vídeo que me gustaba porque había una chica muy bonita que estaba desnudándose de manera sensual ante una piscina y un chico y también quería que ella supiese que me gustaba aquella chica y sus curvas. Ella fue acariciándome por bajo la ropa, acercando la mano hacia mi cipote, que a punto estaba de destrozar los calzoncillos. Yo ya quería ir al asunto, pero al mismo tiempo quería disfrutar de esta atrevida experiencia con ella. Su mano volvió a montar hacia el pecho. Las primeras escenas acabaron y a continuación puse otro vídeo que me gustaba especialmente porque había una chica de cara muy bonita en unas escaleras. Me excitaba compartir mis gustos y deseos con mi mujer, pero no se trataba de esto sólo. Me gustaba mucho llegar a poder compartir mis pensamientos más íntimos con otra persona, y más aún, que fuera mi mujer. También confesé que me gustaría que ella llegara al mismo punto conmigo. Dicho esto, ella también procedió a hacer lo mismo que la chica de las escaleras, dejándome unos minutos para que yo me recrease con aquel rostro y mirada inocente y sintiera el placer en mi pene. Aquellas imágenes iban a durar mucho más, pero ella se levantó para besarme y refregarme el olor del sexo en mis labios.
Entonces me desafió a poner una película donde los protagonistas, en lugar de una bonita chica, fuesen un chico o más. Quería escenas en las que solamente hubiera hombres. Me alegró muchísimo que compartiese este interés conmigo. Así que nos pusimos los dos juntos a buscar en la web el material que ella solicitaba. Mientras veíamos aquellas imágenes obscenas y prohibidas, nos acariciamos otra vez las partes más íntimas uno a otro, acercándonos al placer, pero sin lanzarnos del todo. Después fui yo quien se puso a chupar el néctar de su flor e impregnarme toda la cara con su olor de hembra. Y en medio de este cambio de turno también continuamos hablando de nuestros gustos.
Así también le confesé que me gustaba mucho una vecina; que la consideraba muy bonita; que me ponía mucho, a pesar de que también señalé bastante que tenía el culo demasiado grande para que no pareciera todo perfecto, pero realidad eso no me importaba. Es más, prefería un culo grande y redondo que otro prácticamente inexistente que yo pudiese cubrir con mi mano. Esta vecina era una hembra grande y voluptuosa, ancha de caderas, con curvas sinuosas y carne donde cogerse, como mi mujer, que se veía fuerte, al mismo tiempo que suave y delicada. Realmente siempre me habían gustado las mujeres más chiquirrititas, fáciles de coger en brazos, pero quizá la experiencia me hizo cambiar de opinión. Lo cierto es que ahora ya no seré capaz de mirar ni tratar de la misma manera a la vecina de los perros, siendo que mi mujer sabe que me gusta.
Ella me besó y yo continué repasando muchas otras chicas amigas y conocidas. Ella también dio pie a más y me preguntó si me gustaba esta o la otra. Igualmente llegó el momento de hablar de chicos.
Los dos al mismo tiempo nos abrimos a hablar de nuestros gustos más íntimos que no habíamos compartido nunca con ninguna otra persona, ni incluso entre nosotros. Me resultaba muy bonito hacerlo, con confianza, sin miedos, celos ni menospreciarse. Tener esta franqueza con la pareja para mí era el máximo.
Después ella continuó dirigiendo el resto de la sesión y propuso depilarme el pubis, a pesar de que en realidad quería pelarme del todo. Encendido de deseo, le dije que incluso me lo podía hacer con cera, pero por suerte ella se apiadó de mí, y con la maquinilla de cortar los cabellos, me rasuró todo el vello de la entrepierna y un poco más allá. Dado que yo soy muy peludo, me dejó un destacable rodal pelón en medio todo mi pelambre que, por lo que pudiese pensar la gente, me privaría de ducharme en el gimnasio una larga temporada. En este punto sufrí un leve accidente. Ella me pellizcó el escroto con el aparato eléctrico que había entrado en juego y me causó un poco de sangre y dolor, pero esto no hizo decaer la nuestra particular sesión de terapia de pareja, que en realidad tenía alguna semejanza con lo que yo había ideado en mi juego.
Una vez me había dejado un pubis de diseño, dijo que mi verga había quedado muy bonita. Que me dijera que mi pájaro “colgajoso” y pelón, era una cosa bonita me sorprendía. Yo no lo acababa de considerar así. Más bien me parecía un animal con apariencia de buitre desesperadamente hambriento que miraba el mundo siempre al acecho. Pero ahora sus palabras me hicieron remirármelo de otra manera y acabar creyéndolo. Quería tenerlo siempre bonito para ella. Después se lo volvió a engullir todo por arriba y por bajo. Mi miembro lucía esplendoroso como nunca, con un tamaño inimaginable. A continuación me lo plastificó y me cabalgó hasta que los dos llegamos al orgasmo al mismo tiempo. Aun así, mi erección no decayó y ella me presentó el culo para que yo me hiciese una paja mirándoselo. Me corrí dos veces seguidas.

Nuestro encuentro no podía haber resultado mejor. Era así como quería que fuera siempre nuestra vida sexual. Pasamos poco más de dos horas hablando, saboreándonos confesándose, dando placer el uno al otro y milagrosamente los niños nos concedieron toda esta licencia.
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martes, 9 de febrero de 2016

Seis secretos para llegar a 'viejitos' con tu pareja

Muchas mujeres anhelan llegar a 'viejitos' con sus parejas y se ven reflejadas con esta visión.
Como sabemos, los hijos algún día tienen que irse y formar su propia familia, y esas mujeres que supieron nutrir el amor en su matrimonio, se quedarán con ese amor eterno para poder vivir el resto de sus vidas.
Pero, ¿tendrán un secreto? ¿Cómo lo han hecho para ser tan felices? ¿Cómo esas parejas han sabido llegar hasta el final? Sin duda han logrado no sólo que el amor nunca se acabe sino que, al contrario, siga fortaleciéndose día a día. Por ello te escribo algunos consejos para que tú puedas experimentar esa gran felicidad.
1. Comunicación: Poder expresar los sentimientos, pensamientos, las emociones, saber escuchar las necesidades que tiene tu pareja, plantearse metas y comprometerse a cumplirlas, son acciones que fortalecerán tu matrimonio. Toda pareja que logra tener una excelente comunicación tendrá un éxito asegurado.
2. Aprender a discutir: Es parte de los matrimonios tener diferentes puntos de vista y opiniones sobre las situaciones que la vida nos da. Pero aprender a llevar una discusión con amor, respeto y saber reprimir el orgullo, el ego y los miedos, te ayudarán a tener una vida más saludable y tranquila. En muchas ocasiones es importante ceder para tener acuerdos y llegar más fácilmente a soluciones ante los problemas.
3. Darle su lugar: Es fundamental que ante tu familia, tus hijos, tus amigos y ante la sociedad, siempre le demuestres que él es tu esposo y la persona con quien anhelas estar todos los días de tu vida. Recuerda que el mejor regalo que puedes darle a tus hijos es saber que sus padres se aman y que permanecen unidos y así ellos seguirán tu ejemplo cuando formen su propia familia.
4. Fortalece el amor para no caer en la monotonía de la vida y el cansancio que ocasiona las responsabilidades cotidianas, es importante que siempre tener detalles amorosos con tu pareja, disfruta esos momentos a solas, ver una película, viajar juntos, tener esas cenas románticas y cocinar sus platillos favoritos, no olvidar festejar un aniversario y sorprenderlo cuando tengas oportunidad. El enamoramiento pasa muy rápido pero el amor perdura por siempre.
5. Motívalo: Siempre debe existir esa motivación para salir adelante ante la vida. Reconoce cualquier cosa o acción que él realice, recuérdale lo orgullosa que estás y que eres afortunada de estar con él. Puedes usar frases como: eres muy inteligente, eres muy guapo, te ves súper bien, sin tu ayuda no lo hubiera podido hacer. Otra forma de motivar a tu pareja es en la intimidad, recuerda que no siempre él debe buscar estar contigo sino toma la iniciativa y sorprende a tu pareja. Siempre procura tener un contacto físico en todo momento, besarse, abrazarse, tomarse de las manos.
6. Confianza: Tener confianza en ti y también en tu pareja, aceptar que es una persona individual e independiente y que tiene diferentes necesidades a las tuyas.
Debes lograr darle su espacio cuando él te lo pida y permitirle realizar las actividades que le gustan, dediquen tiempo a solas. Esto es necesario para desarrollar la personalidad, extrañarse y valorarse. Evita ser una mujer celosa pues a algunos hombres no les gusta que la mujer este al pendiente de cada minuto que pasa.

Cuando dos personas se unen para hacerse felices la una a la otra y perdurar en el tiempo a pesar de los obstáculos, amarse incondicionalmente y experimentar el verdadero amor cuando se llega a la vejez, es una gran bendición.

Fuente: Colombia.com

Pienso que los conceptos del artículo están claros y sin duda son realmente útiles, pero por una parte, creo que cada uno de los 6 apartados han de ser practicados por ambas partes, tanto el hombre como la mujer o cualquiera de los dos miembros de la pareja. Quizá lo más difícil de sobrellevar, sea la constancia en ello, pero cuando si no es uno, es el otro el que va llevando a la práctica cada uno de estos principios, seguro que la relación va mucho mejor y llega más lejos.
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martes, 2 de febrero de 2016

CAPÍTULO 8: REACCIÓN

Por fin bajó del burro y habló. Lo cierto es que tenía razón. Estábamos tan absortos que habíamos dejado descuidar demasiado nuestra relación. Muchas veces sabes las cosas o las das por sabidas, pero también necesitas que de vez en cuando te las recuerden. Él quería tiempo para estar los dos juntos, para poder hablar, para poder gozar el uno del otro, para poder estimarnos y también practicar un poco de sexo, pero igualmente quiso que nos abriésemos más el uno con el otro; que hablásemos de nuestros pensamientos y de nuestros sentimientos como quizá hacía tiempo que no lo hacíamos o como tampoco lo habíamos llegado a hacer nunca. También me dijo que de vez en cuando le gustaría verme más arreglada o que de la misma manera le gustaría que yo me dejara los cabellos más largos. Me dijo que quería oírme cantar e ir a algún concierto conmigo o compartir otras actividades juntos, como hacer ejercicio, yoga o practicar cualquier deporte, o incluso, hacer voluntariado; que le gustaría a que hubiese un poco más de orden en la casa; que estaba cansado de ser el “malo” o el único que veía estas cosas. Parecía que él tenía mucho que decir, así que yo prácticamente me limité a escucharlo todo el rato.
Una vez parecía que él lo tenía todo dicho y habíamos aclarado el asunto de sus turbaciones y malestar, quiso que yo leyese algo que él había estado escribiendo. Se trataba de un juego de pareja con unos dados que quería que yo le ayudara a pulir, pero yo preferí pasar a otro tipo de acción, que además seguramente es la que él necesitaba. Al margen de cuanto había dicho, estoy convencida de que quería sexo. Parece que en vista de mi desinterés por la lectura, él propuso ver una película. “¿Estás de coña?”, le dije ya con incredulidad. Entonces él añadió que también podía ser una película para adultos y acepté.
Nos pusimos a ver un poco de porno, pienso que con bastante indiferencia por las dos partes porque había otro interés más urgente, aparte que quizá cualquiera de los dos niños podía despertarse. Pero mientras veíamos aquellas imágenes, acariciándonos uno a otro por bajo la ropa, él continuó hablando. Me volvió a proponer su juego de pareja, explicándome por encima algunos detalles, pero le dije que eso ya lo probaríamos otro día con más tiempo, cuando los dos estuviéramos a solas. Así, obligado a cambiar otra vez de tema, me dijo que le gustaría llegar conmigo a un punto de confianza tal, que pudiéramos hablar si nos gusta alguien más o hablar también de nuestras fantasías y deseos más ocultos o de los que nunca habíamos hablado con nadie. La chica de la película, que estaba haciendo una mamada en las escaleras, fue la primera. Me confesó que le gustaba mucho su cara y le gustaba más aún el hecho de poder compartirlo conmigo. También me pidió que no me sintiese mal por esto.
Ahora miré con más detenimiento a aquella mujer y lo cierto es que era muy bonita. Tenía una mirada inocente, dulce, a pesar de lo que estaba haciendo y el descomunal trasto que tenía en la boca. Después me preguntó si me gustaría probar de hacerlo con algún otro hombre o mujer o si había algún chico que me gustara. Entonces los dos empezamos a repasar, ver y comentar quien nos gustaba a cada uno. Nos quitamos la ropa mientras hablábamos de chicos y de chicas, de famosos, actores de cine y conocidos. Él tenía ventajas.  Llegamos a la conclusión de que a nuestro alrededor había más chicas bonitas que chicos. Parece que las chicas se cuidan más y van siempre mejor arregladas. Y hablando, hablando, me dijo que le gustaba la vecina de los perros y yo lo admití. También era una chica muy guapa. Pero no encontrábamos chicos para mí ni tampoco parece que había en mis fantasías.
Así, ya desnudos mientras veíamos aquellas inacabables imágenes de la chica de la escalera, yo procedí a hacer lo mismo que la protagonista dejando que él se excitara más aún con las proyecciones del televisor. Me paré antes de que él acabara y a continuación fui yo quien, de manera provocativa, le sugirió ver una película semejante en la que aparecieran chicos sólo y le faltó tiempo para buscar en seguida una película de “gays”. “Me gusta mucho que te liberes, que te abras del todo conmigo”, me dijo con la mirada encendida de deseo. Ahora, él procedió conmigo de la misma manera. Así, mientras yo miraba aquellas imágenes a la carta, él me chupaba la entrepierna y me decía que le gustaba su olor.
A continuación, dejando ya de lado estas maniobras preliminares y acto seguido de escuchar sus palabras y pensamientos, sin darle ya más vueltas al asunto, quise materializar otro deseo mío que quizá si tenía. Quería depilarlo todo, dejarle el cuerpo sin un pelo. Así que fui a por la maquinilla de cortar los cabellos y le dije que iba a empezar por dejarle el pájaro pelón. Él dijo que aprovechara, que iba a dejarse hacer todo lo que yo quisiese.
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