martes, 2 de febrero de 2016

CAPÍTULO 8: REACCIÓN

Por fin bajó del burro y habló. Lo cierto es que tenía razón. Estábamos tan absortos que habíamos dejado descuidar demasiado nuestra relación. Muchas veces sabes las cosas o las das por sabidas, pero también necesitas que de vez en cuando te las recuerden. Él quería tiempo para estar los dos juntos, para poder hablar, para poder gozar el uno del otro, para poder estimarnos y también practicar un poco de sexo, pero igualmente quiso que nos abriésemos más el uno con el otro; que hablásemos de nuestros pensamientos y de nuestros sentimientos como quizá hacía tiempo que no lo hacíamos o como tampoco lo habíamos llegado a hacer nunca. También me dijo que de vez en cuando le gustaría verme más arreglada o que de la misma manera le gustaría que yo me dejara los cabellos más largos. Me dijo que quería oírme cantar e ir a algún concierto conmigo o compartir otras actividades juntos, como hacer ejercicio, yoga o practicar cualquier deporte, o incluso, hacer voluntariado; que le gustaría a que hubiese un poco más de orden en la casa; que estaba cansado de ser el “malo” o el único que veía estas cosas. Parecía que él tenía mucho que decir, así que yo prácticamente me limité a escucharlo todo el rato.
Una vez parecía que él lo tenía todo dicho y habíamos aclarado el asunto de sus turbaciones y malestar, quiso que yo leyese algo que él había estado escribiendo. Se trataba de un juego de pareja con unos dados que quería que yo le ayudara a pulir, pero yo preferí pasar a otro tipo de acción, que además seguramente es la que él necesitaba. Al margen de cuanto había dicho, estoy convencida de que quería sexo. Parece que en vista de mi desinterés por la lectura, él propuso ver una película. “¿Estás de coña?”, le dije ya con incredulidad. Entonces él añadió que también podía ser una película para adultos y acepté.
Nos pusimos a ver un poco de porno, pienso que con bastante indiferencia por las dos partes porque había otro interés más urgente, aparte que quizá cualquiera de los dos niños podía despertarse. Pero mientras veíamos aquellas imágenes, acariciándonos uno a otro por bajo la ropa, él continuó hablando. Me volvió a proponer su juego de pareja, explicándome por encima algunos detalles, pero le dije que eso ya lo probaríamos otro día con más tiempo, cuando los dos estuviéramos a solas. Así, obligado a cambiar otra vez de tema, me dijo que le gustaría llegar conmigo a un punto de confianza tal, que pudiéramos hablar si nos gusta alguien más o hablar también de nuestras fantasías y deseos más ocultos o de los que nunca habíamos hablado con nadie. La chica de la película, que estaba haciendo una mamada en las escaleras, fue la primera. Me confesó que le gustaba mucho su cara y le gustaba más aún el hecho de poder compartirlo conmigo. También me pidió que no me sintiese mal por esto.
Ahora miré con más detenimiento a aquella mujer y lo cierto es que era muy bonita. Tenía una mirada inocente, dulce, a pesar de lo que estaba haciendo y el descomunal trasto que tenía en la boca. Después me preguntó si me gustaría probar de hacerlo con algún otro hombre o mujer o si había algún chico que me gustara. Entonces los dos empezamos a repasar, ver y comentar quien nos gustaba a cada uno. Nos quitamos la ropa mientras hablábamos de chicos y de chicas, de famosos, actores de cine y conocidos. Él tenía ventajas.  Llegamos a la conclusión de que a nuestro alrededor había más chicas bonitas que chicos. Parece que las chicas se cuidan más y van siempre mejor arregladas. Y hablando, hablando, me dijo que le gustaba la vecina de los perros y yo lo admití. También era una chica muy guapa. Pero no encontrábamos chicos para mí ni tampoco parece que había en mis fantasías.
Así, ya desnudos mientras veíamos aquellas inacabables imágenes de la chica de la escalera, yo procedí a hacer lo mismo que la protagonista dejando que él se excitara más aún con las proyecciones del televisor. Me paré antes de que él acabara y a continuación fui yo quien, de manera provocativa, le sugirió ver una película semejante en la que aparecieran chicos sólo y le faltó tiempo para buscar en seguida una película de “gays”. “Me gusta mucho que te liberes, que te abras del todo conmigo”, me dijo con la mirada encendida de deseo. Ahora, él procedió conmigo de la misma manera. Así, mientras yo miraba aquellas imágenes a la carta, él me chupaba la entrepierna y me decía que le gustaba su olor.
A continuación, dejando ya de lado estas maniobras preliminares y acto seguido de escuchar sus palabras y pensamientos, sin darle ya más vueltas al asunto, quise materializar otro deseo mío que quizá si tenía. Quería depilarlo todo, dejarle el cuerpo sin un pelo. Así que fui a por la maquinilla de cortar los cabellos y le dije que iba a empezar por dejarle el pájaro pelón. Él dijo que aprovechara, que iba a dejarse hacer todo lo que yo quisiese.