Estaba
convencido de que la estima se marchitaba en todas aquellas parejas en las que
los hombres no saben ser buenos maridos y yo pensaba que lo era, que aparte de
satisfacer a mi pareja en la cama, le ayudaba mucho en casa: yo era quien hacía
la compra, quien cocinaba y fregaba los platos; también era una persona
ordenada que se ocupaba de limpiar la casa; igualmente cambiaba los pañales o
vestía a los niños y jugaba con ellos; les lavaba los dientes; cuidaba de mi
mujer y siempre reservaba la mejor porción de la comida para ella, que estaba
dando de mamar. Además, también era muy afectuoso con ella y los niños.
Igualmente era un hombre muy aseado, que se conservaba bastante bien para su
edad, que era activo y que tampoco era de esos que se pasan el tiempo libre con
los amigos en el bar o sentado en el sofá mirando el fútbol o las carreras de
motos. Estaba convencido de que esta clase de hombre que yo era estaba muy
buscado y se cotizaba bien. Entonces, como recompensa y valoración del buen
marido que era, igualmente estaba convencido de que resultaba más fácil de
estimar y por eso me daban más sexo que al resto de maridos convencionales,
dado que al fin y al cabo actualmente el sexo es la moneda con la que se mide
el estado de una relación. Por lo menos al principio así era. Pero parece que
tarde o temprano...
Después
de venir los hijos, también pasó más tiempo y la cosa fue complicándose. Todo
empezó con lo de la crianza natural y el colecho. Nada de biberones y de dejar
a los niños con los abuelos o en la guardería; conducíamos los niños a golpe de
teta y dormíamos todos en la misma habitación después de haber juntado dos
camas. Éramos como un “pack” indivisible: la familia al completo siempre
juntos, día y noche. Todo se debe decir, es bonito y da gozo, pero siempre hay
cosas que no se ven desde fuera.
Yo
sin más, como todo el mundo que se estrena en este mundo y toma determinadas
decisiones sobre el camino a seguir, acepté lo de la crianza natural y el
colecho sin saber todo lo que afectaría la vida de pareja. Está claro que puede
resultar lo mejor para los hijos y su desarrollo, que al fin y al cabo ellos
son lo más importante del mundo,... pero a pesar de que pueda parecer egoísta,
debo decir que por delante están los padres. Si entre ellos no se cuidan, no
mantienen su unión, no se sienten a gusto, no acabarán dando a los hijos todo
lo que en realidad se busca con este o cualquier otro modelo educativo. Por eso
se inventaron las guarderías, los tíos, los abuelos, las cuidadoras infantiles,
las habitaciones para los niños, las cunas y los biberones... Porque las
parejas, los hombres y las mujeres, necesitaban tiempo para ellos y sus cosas.