martes, 10 de noviembre de 2015

CAPÍTULO 3: DESAZÓN (II)

Yo no quiero agobiarla y acabo por no pedírselo nunca. Comprendo que la tarea de ser madre resulta sumamente agotadora, siempre con la teta fuera, sin dormir, trajinando todo el día y toda la noche con los niños... No quiero ser un egoísta insensible y yo la dejo descansar todo lo que los niños le puedan permitir. ¡Eso le faltaba! ¡Tener un tío pesado siempre detrás y fogoso como un perro en celo! Pero aun así, yo estoy aquí. Sólo le pido que de vez en cuando se acuerde de mí y por lo menos se exhiba porque yo me dé mi propio consuelo haciéndome una paja mirándola a ella. Pero aparte que los hijos tampoco le dejan demasiado, parece que nunca se acuerda o lo hace muy a la larga.
Si por casualidad un día encontramos un breve momento y hay cierta disposición de ir más allá que el simple exhibicionismo que mínimamente yo le pido, acabo por cogerla rabioso, con malicia y con tanta gana que me la tiro como un animal feroz. Entonces ella también se vuelve una fiera y follamos, nunca mejor dicho. Parecemos como dos extraños en un encuentro apresurado, egoístamente en busca del placer de cada uno. Pero así yo me corro en un santiamén y no puedo gozar todo lo que me gustaría. Después ambos volvemos a lo que estábamos haciendo o íbamos a hacer. Sin debernos nada. Esto me resulta muy liberador, incomparable a una paja, pero como he dicho, es sumamente infrecuente.
Así que no me queda otra que recurrir a menudo a la masturbación, porque entre unas cosas y otros, como los niños cuando no pueden dormirse, me vuelvo tan irritable que no me aguanto ni yo. Incluso cuando estoy de mal humor con ella, no soy capaz ni de besarla a los labios. Como me digo siempre a mí mismo, a mí follar me hace más bien que dormir. Pienso en esa pobre gente que no tiene con quien retozar y me apiado de ellos pero a menudo también creo que es peor tenerlo al lado y no poderlo ni tocar.
Entonces hace tiempo que he ido aprendiendo a excitarme con estas imágenes imposibles y acciones inimaginables de las películas porno, donde nunca hay fracasos ni impedimentos y a toda hora y en cualquier parte hay ganas; donde el tío tiene siempre el pájaro bien plantado; donde se tiran un minuto chupando un coño y diez minutos chupando un pene; donde hacen todo lo que nosotros hacíamos en los primeros años de nuestra relación, sin que nos lo hubiese enseñado nadie y que además pensaba que ya no había nada por experimentar en este campo. Pero después ves aquí que en realidad aún queda mucho más y tu desazón provoca que también acabes deseando esas otras cosas que para algunos rondan la inmoralidad.
Así, hablando con desvergüenza, hace unos días me hice una paja y la eyaculación hacía tanto tiempo que estaba contenida, que salió literalmente disparada como un láser y lo creáis o no, incluso hizo el ruido de un gran escupitajo. No me había sucedido antes. ¡Casi tumbo el televisor de plasma!
Obviamente esta maniobra siempre lo debo hacer furtivamente, cuando todos duermen, a escondidas, como un adolescente que hace poco que se ha iniciado en el descubrimiento de su cuerpo y su sexualidad, de la que nadie le ha hablado nunca. Con mi mujer no hace falta nada más, pero solo, yo necesito algunas imágenes para proceder a mi auto estimulación. No tengo especial preferencia por lo que puedan hacer sus protagonistas. Sólo necesito unas breves imágenes y un poco de lubricante, porque esta tarea manual es tan rápida y furtiva que voy directamente al asunto, casi sin que mi maquinaria llegue a ponerse a punto por ella misma. Con una chica que yo pueda considerar bonita, me agarro el pájaro con la derecha o con la izquierda bien untada de aceite y en un santiamén, queda liberada toda mi desazón. Después vuelvo a la cama donde duerme con mi primogénito desde hace tiempo. Mi mujer ya hace un buen rato que se ha ido a dormir con el pequeño, al que aún le da pecho.

Pero yo no lo hago solamente como vía de escape para liberarme del estrés o la ansiedad, también lo hago porque me gusta el placer que me proporciona el sexo. Es una de las mejores maneras posibles de gozar de la vida; fuente de paz, armonía, comunicación y equilibrio entre dos personas que se quieren. Me hace sentir más vivo que nunca y me ayuda a fortalecer de manera especial el vínculo con mi mujer. No me aburre o me cansa ni estando enfermo, y si me aburriese, para mí significaría que algo va muy mal en la relación. Quizá yo soy más físico o visceral, y a pesar de que pueda sonar muy mal, o no resulte nada agradable, siendo sincero, a mí el sexo me ayuda a amar, a sentirme unido a una persona, y más aún si ni tan siquiera dormimos juntos. En realidad no sé si esto es una condición del sexo masculino o también habrá más gente así, o si sólo es cosa mía. Lo cierto es que tampoco he tenido nunca con quien hablarlo porque en esta materia, también he sido una persona bastante reservada, además de ser muy introvertido.